ARTÍCULO: El Holocausto: un infierno sobre la tierra
Por Delgado Ochoa Zently*
Dentro de la historia universal encontramos un sinfín de eventos catastróficos. Causados o no por decisiones humanas los daños suelen ser, en su mayoría, irreparables; este es el caso del Holocausto, uno de los sucesos más sanguinarios y descomunales del mundo entero, en donde, por una despiadada política, se perdió la vida de millones de inocentes.
La palabra “holocausto” era utilizada mucho antes del fin de la Segunda Guerra Mundial. “Holos” significa completamente y “kaustos” quemados, provenientes del griego. Se refería a un antiguo ritual hebreo que, en pocas palabras, sacrificaba e incineraba animales. Concluida esa guerra se optó por llamar a dichos campos como holocaustos, por la similitud de acciones entre el significado de la misma y los hechos ocurridos ahí, como incinerar o cremar los cuerpos de las víctimas, comparación inquietante pero cierta.
El Holocausto es el resultado de la política del Tercer Reich, liderada por uno de los genocidas mayores a nivel mundial: Adolf Hitler. Este proyecto tenía la macabra intención de exterminar totalmente a los judíos, no solo de la Alemania nazi, sino también de los países y territorios bajo su dominio. No se encontraban muy lejos de su meta, ya que gracias a esta ideología, fueron asesinados aproximadamente seis millones de judíos.
En este punto me pregunto: ¿qué generó ese odio tan grande hacia los judíos? ¿Fue este odio descomunal lo que originó la implementación de los campos? ¿Los alemanes realmente sabían las intenciones de los holocaustos? y si es así ¿estaban de acuerdo?
La discriminación a los judíos ya existía. Los cristianos no estaban de acuerdo con la fe judía, pues la veían como una alteración a la religión, incluso desde antes, los cristianos les prohibieron ejercer o trabajar en ciertos oficios. Sin embargo, aunque un judío quisiese pasar a la fe cristiana se le seguía discriminando, por el simple hecho de tener una línea de sangre judía. Aunque durante el siglo XX inició la idea de que ellos pertenecían a un pueblo diferente, con los alemanes.
Si bien, no se tiene una causa que justifique el odio de Hitler a los judíos, diversas investigaciones afirman que estas ideas antisemitas se manifestaron en él desde muy joven, algunos confirmando que, incluso, compartía sus ideales deseando convencer a varias personas de que su pensamiento era correcto.
El dictador tenía un juicio sumamente escandaloso. Culpaba a la raza judía sobre todos los males del mundo y los señalaba como responsables de la deficiencia, decadencia y debilidad que Alemania enfrentaba en aquel momento. Utilizaba en su contra los prejuicios ya establecidos, sumándole a ello, el poder adquisitivo que tenían para, de esta manera, hacer creer que ellos deseaban el dominio total del mundo.
Si bien, existía un desprecio a ese grupo humano, no eran los únicos que sufrían del rencor nacionalsocialista. Tras la llegada de Hitler al poder y la imposición del Tercer Reich nació la percepción entre el pueblo nazi sobre la superioridad de la raza alemana. Adolf Hitler concebía al mundo como un lugar donde habían razas superiores e inferiores. Así se presentaba el caso de los alemanes, percibidos como un pueblo superior y los judíos o eslavos como inferiores, nacidos para obedecer y sin derecho a liderar. Siguiendo esta idea, el dictador implementó la creencia de que el pueblo alemán sólo podía ser fuerte si se mantenían puros, pues la mezcla de razas era fatal, una alteración al linaje. La sugerencia de que las etnias ajenas a la alemana eran irreparables comenzó a tomar fuerza con la Segunda Guerra Mundial.
Los campos de concentración fueron implementados con la llegada de Hitler al poder político en 1933. Inicialmente, el Holocausto tenía un objetivo: encarcelar a todo aquel opositor del partido fascista, siendo así su primer objetivo los comunistas. Más tarde comenzaron a contemplar diversas personas, como los testigos de Jehová, gitanos, homosexuales y, por supuesto, el pueblo judío, sin embargo, estos fueron reclutados poco después de la llamada “Noche de los cristales rotos”, una serie de sucesos violentos contra la raza judía, como respuesta del partido nazi por el asesinato del diplomático alemán Ernst vom Rath a manos de un joven judío de 17 años de edad. Puede ser que con aquel asesinato encontraron la excusa perfecta para atacar y erradicar de una vez por todas a los judíos.
Los seguidores y fieles creyentes de la ideología nazi estaban de acuerdo con los holocaustos. Tal vez, muchos como yo se preguntan: ¿cómo puede ser que hayan apoyado una causa tan despiadada? Sin embargo, la aceptación de dichos campos se debe en gran parte a la propaganda engañosa. El partido nazi divulgaba información vaga acerca del quehacer de los campos, los partidarios creían que se trataban de centros para trabajar o lugares donde reeducaban prisioneros. Aunque si me lo preguntan, me parece increíble la capacidad que tuvieron para mantener esa fachada durante tantos años. No está de más mencionar que, por supuesto, había alemanes que sabían de las atrocidades cometidas. Los miembros de la SS (Schutzstaffel) eran quienes más informados estaban sobre los movimientos de los campos, pero no les importaba en absoluto la gran cantidad de víctimas, pues eran conocidos por ser los individuos más leales al régimen. Aunque existe la posibilidad de que algunos ciudadanos alemanes tenían conocimiento del verdadero objetivo de los holocaustos, callaban. ¿La razón?, el miedo.
El campo de concentración de Dachau, inaugurado el 22 de marzo de 1933 en el estado de Baviera, en Alemania, es reconocido por ser oficialmente el primer campo de concentración nazi; su objetivo era mantener prisioneros a políticos o, en su defecto, militares alemanes de izquierda (traidores). Luego se integraron otros grupos, considerados peligrosos. Fue así como se utilizó para el trabajo forzado, e incluso, como centro de experimentos, tomando prisioneros como conejillos de indias.
“Arbeit macht frei” o “El trabajo libera” es la desgarradora frase que recibía a miles de prisioneros en Auschwitz, uno de los campos de concentración más atroces e inhumanos. Construido en 1940 al sur de Polonia, inició sus funciones un año después; este lugar fue destinado como el área principal para llevar a cabo la famosa “solución final”. Contaba con cuatro cámaras de gas, cuatro hornos crematorios, torres de vigilancia, alambrado electrificado, casamatas y horcas.
Por otro lado, se encontraba Mauthausen, construido en 1938 en el estado Alta Austria (Austria). Fue uno de los campos de trabajo forzado que poseía una dinámica diferente a Auschwitz. Mauthausen se posiciona en una cantera, para llegar a ella debían subir una cantidad exagerada de escalones, con el objetivo de extraer piedra. Realmente ese trabajo sólo tenía el objetivo de torturar a los prisioneros, ya que se les exigía cargar toneladas de roca, y quienes eran incapaces de realizar la tarea eran arrojados desde la misma cantera.
Aunque cada centro tenía una forma especial de torturar a los detenidos, todas compartían la bestial manera de tratarlos. Con esto me refiero a las condiciones de vida a las que eran sometidos; desde su llegada eran sometidos a una prueba en la que observaban si eran o no capaces de resistir el trabajo forzado, si tenían suerte y eran seleccionados se quedaban en el campo trabajando, pero, si no eran útiles, enviados directamente a las cámaras de gas. Quienes sufrían de esta sanguinaria decisión eran las mujeres embarazadas y los niños. Aunque, me posiciono desde esa perspectiva, los que mejor suerte tenían eran los no seleccionados.
A su llegada eran saqueados, les quitaban sus pertenencias: ropa, joyas, gafas, pulseras, juguetes, maletines, zapatos e incluso dientes de oro. De igual forma, eran rapados, peculiar manera que tenían los nazis de deshumanizar a los que serían sus reclusos, pues era una sutil manera de ultrajar su identidad como personas. Todos estaban vestidos con una especie de pijama de rayas de color azulado y grisáceo, incómoda y áspera, cada una poseía un código numérico que servía para su identificación, no sus nombres, quitándoles aún más su identidad. Por otro lado, portaban un triángulo con un cierto color, con el objetivo de diferenciar si el prisionero se trataba de una persona judía, prisionero político, gitanos, soviéticos, etc.
Los maltratos físicos y psicológicos eran el pan de cada día, las humillaciones y palizas propinadas por los soldados alemanes tenían lugar dentro de aquellos centros, donde se aprovechaba cualquier situación para desquitarse con los prisioneros. El trabajo forzado era para todos, hombres y mujeres, no importaba su estado físico y de salud, eran obligados a soportar largas jornadas laborales, ni siquiera con un buen descanso, agua o alimento. Es obvio que los prisioneros recibían raciones mínimas de comida, incluso sumando la baja calidad de la misma, la cantidad era insuficiente para todos y gracias a esto, muchos reclusos presentaban desnutriciones severas, provocándoles un sinfín de enfermedades.
Las instalaciones eran deplorables e insalubres. Todos los prisioneros dormían en literas compartidas, la mayoría sin colchón o sábanas. La higiene era inexistente en los dormitorios, lo que ayudaba la propagación de enfermedades. Aunque había atención médica no siempre ni a todos se les daba este privilegio.
Las mujeres sufrían un trato más degradante, eran sometidas a abusos sexuales y explotación por parte de los soldados alemanes, muchas veces obligadas a satisfacer las necesidades sexuales de los mismos en burdeles clandestinos colocados dentro de los campos por los mismos nazis. Sin duda, uno de los actos más aberrantes que sucedían dentro de los centros de reclusión.
No se sabe con certeza la cantidad de sobrevivientes, sin embargo, se tiene la certeza de que fueron pocos ya que casi nadie vivió para contarlo. La liberación de los campos de exterminio ocurrió entre 1944 y 1945 gracias a los aliados (Unión Soviética, Estados Unidos, Reino Unido y Francia). El Ejército Rojo fue el primero en contribuir con la liberación desde su entrada a Polonia, seguido por Estados Unidos. Después del rescate los liberados recibieron atención médica, comida y ayuda para su rehabilitación, aunque, si somos realistas, ¿quién podría superar tan repugnante evento? Algunos, por supuesto, no pudieron. Aunque los soldados nazis trataron de borrar toda evidencia no les fue posible, gracias a esto, se conocen con lujo de detalle las atrocidades cometidas.
*Alumna de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Colima
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