La Campana: entre el eco del pasado y el olvido del presente
Hay lugares que guardan silencio, no porque no tengan nada que decir, sino porque nadie se detiene a escucharlos.
La zona arqueológica de La Campana, al sureste de Colima, es uno de ellos: un espacio que resuena con millas de años de historia y, al mismo tiempo, con el eco incómodo de la indiferencia actual.
Visitarla no es solo caminar entre piedras antiguas; se enfrentase a una pregunta que pesa más que cualquier basamento piramidal: ¿Qué estamos dispuestos a perder por falta de cuidado y memoria?
Durante el recorrido, el arqueólogo Fernando González Ozaya comparte una anécdota que parecería increíble si no conociéramos la historia reciente del país: atrás décadas, la esposa del expresidente Carlos Salinas de Gortari quiso construir un campo de golf sobre este sitio sagrado. nos definen como cultura.
Y también aunque pocas veces se diga en cuantas otras ocasiones ese atropello sí se ha consumado.
En La Campana, al menos, las voces del pasado lograron imponerse y evitar el desastre. Pero la victoria fue a medias: aunque el sitio sigue en pie, lo hace bajo un evidente abandono gubernamental, cubierto más por la maleza que por la atención institucional.
Un patrimonio vivo que parece muerto para quienes deben cuidarlo. La arquitectura de La Campana es una joya: un basamento piramidal que revela una obsesa fascinación antigua por el tiempo; sistemas de drenaje que muestran una ingeniería mesoamericana brillante; y las impactantes tumbas de tiro, símbolo del regreso al origen y de la visión del mundo de quienes habitaron la zona entre el 200 y el 600 dC.
Cada estructura es un recordatorio de que este pueblo entendía la vida, la muerte, el agua y la tierra con un grado de profundidad que aún hoy nos sorprende.
Sin embargo, esa riqueza contrasta dolorosamente con la realidad actual: falta de mantenimiento, nula promoción turística, mínima inversión, y un abandono que parece institucionalizado.
La pregunta es inevitable: ¿Cómo esperamos? ¿Qué las nuevas generaciones valoren su historia si sus propias autoridades la tratan como escombro?
Más que ruinas: una lección urgente, González Ozaya lo resume con claridad: la arqueología no es solo el estudio del pasado, sino una guía para el futuro. Si no aprendemos de lo que hicieron y de lo que evitaron nuestras civilizaciones antiguas, estamos condenados a repetir los mismos errores.
Y aquí es donde La Campana deja de ser un sitio arqueológico para convertirse en un espejo incómodo. Un espejo que refleja un país que presume su herencia cultural, pero que muy pocas veces la protegida. Un llamado que sigue resonando.
Al finalizar el recorrido, queda la sensación de que este lugar no solo cuenta una historia antigua, sino también una actual: la historia de una memoria que se extingue lentamente mientras mira, impotente, cómo se le niega el cuidado que merece.
La Campana sigue sonando. El problema es que no sabemos si lo hace para recordarnos quiénes fuimos…O para advertirnos lo que estamos a punto de perder.
Por: Elizabeth Lemus
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