COLUMNA: Ciencia y futuro
El consumo de energía eléctrica ayuda a disminuir la situación de pobreza de los mexicanos
Por Dr. Miguel Ángel Tinoco Zermeño*
¿Sabías que el mes de julio de 2023 ha sido el más caluroso que se haya registrado en la historia de la humanidad? De hecho, de acuerdo con las Naciones Unidas, es quizá el más caluroso de los últimos 120 mil años, ya que la temperatura global rebasó en 1° centígrado al promedio histórico.
Las y los habitantes de nuestro planeta vivimos una crisis ambiental por el calentamiento del clima debido a la contaminación del aire. La causa principal es la ubérrima cantidad de gases de efecto invernadero relacionados, sobre todo, con las emisiones de dióxido de carbono (CO2).
El incesante aumento del consumo de energías fósiles, como el petróleo, carbón y gas natural, ha disparado a niveles récord el CO2 en la atmósfera. Se calcula que solamente en 2022 los humanos emitimos 38,500 millones de toneladas de CO2. Prácticamente, todo lo que usamos y consumimos es contaminante: maquinaria industrial, automóviles, barcos, aviones, electrodomésticos (televisiones, computadoras, celulares, lavadoras, aire acondicionado, refrigerador, etc.), incluyendo las actividades económicas como la agricultura, la ganadería y los servicios.
A pesar de lo anterior, el consumo de energía fósil sigue siendo un insumo básico en la producción diaria de las empresas públicas y privadas, que a su vez generan empleos para la población y mejoran su bienestar. Esto es importante porque actualmente en México más del 36% de la población (47 millones de personas) vive en situación de pobreza. Además, los mexicanos enfrentamos otro desafío de igual magnitud: la pobreza energética. Este tipo de pobreza sucede cuando los hogares llegan a privarse de algún bien económico que proporcione, por ejemplo, iluminación, climatización, refrigeración, o incluso acceso al servicio eléctrico. Cálculos recientes de investigadores del Colegio de la Frontera Norte y Colegio de México, arrojaron que en México casi el 37% de los hogares carece de un bien económico de ese tipo.
Con base en esa lógica, hicimos una investigación para saber si realmente el consumo de energía había mejorado el bienestar económico de los mexicanos, o, en otras palabras, si ha ayudado a disminuir el nivel de pobreza. La investigación fue presentada el pasado mes de octubre en el “XI Seminario Dinámica Regional del Empleo y la Actividad Económica en México: Crecimiento económico, empleo y desigualdad regional”, realizado en la Facultad de Economía de la Universidad de Colima. Por cierto, este evento es organizado anualmente por los cuerpos académicos de las facultades de Economía de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM-CA-162) y la Universidad de Colima (UCOL-CA-105).
En cuanto a la investigación mencionada, construimos un modelo estadístico que relaciona principalmente al consumo de energía eléctrica (la única información estadística disponible) con el número de personas en situación de pobreza por entidad federativa. Nuestros cálculos revelaron que, si consideramos a todos los estados del país, el consumo de energía eléctrica efectivamente redujo la pobreza. En específico, el aumento de 1% en el consumo de energía eléctrica en las últimas dos décadas contribuyó a que cientos de miles de personas abandonaran la situación de pobreza. La cifra no es desdeñable si consideramos que en 2020 el municipio de Tecomán tenía 116,305 personas.
Cuando desglosamos los resultados por entidad federativa, obtenemos un panorama enriquecedor. En los estados de Aguascalientes, Coahuila, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Hidalgo, Morelos, Puebla, San Luis Potosí y Zacatecas, el consumo de energía empeora la pobreza. Al respecto, se necesitaría una investigación más profunda para entender a qué se debe dicho deterioro. Por el contrario, en 17 estados de la república, incluyendo Colima, el consumo de electricidad aminora la cantidad de población en situación de pobreza (no hallamos evidencia concluyente para Guerrero, Jalisco, Michoacán, Querétaro y Sinaloa).
La lección más importante de la investigación es que el consumo de energía produce beneficios económicos para la población. Así mismo, si el país transitara hacia un mayor uso de energía verde o renovable (por ejemplo, solar, eólica, hidroeléctrica, geotérmica, entre otras) habría beneficios adicionales como una mejor salud porque respiraríamos aire limpio.
Para cerrar, la tarea de las autoridades consiste en impulsar políticas públicas que fortalezcan el consumo de energía, sobre todo en las entidades federativas en donde dicho bien económico ha sido insuficiente para abatir los niveles de situación de pobreza de la población.
*Profesor investigador de la Facultad de Economía de la Universidad de Colima
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