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El primer grito de Sheinbaum: historia y reto político

El primer grito de Sheinbaum: historia y reto político

Por: Yeraldy Hernández

El 215 aniversario del Grito de Independencia, difícilmente podría ser olvidado, debido a que fue el primer Grito de Claudia Sheinbaum y con ello inauguró no sólo su sexenio en las ceremonias patrias, sino un momento histórico: el primer grito de la primera presidenta de México.

La ceremonia inició puntual en el Zócalo de la Ciudad de México. Sheinbaum apareció acompañada de su esposo, Jesús María Tarriba, con la banda presidencial al pecho y un vestido morado. La bandera le fue entregada por una escolta integrada únicamente por mujeres, un gesto que reforzó el tono de inclusión y ruptura con las viejas tradiciones.

En su discurso, además de las figuras históricas, incluyó a mujeres heroínas, migrantes e incluso a las comunidades indígenas. Cada “¡viva!” buscaba dejar claro que este no sería un grito más, sino uno que pretendía abrir espacio a quienes habían permanecido invisibles durante siglos. Sin embargo, el verdadero valor del acto no está en la fuerza de las palabras ni en los símbolos del protocolo, sino en lo que representan.

¿Es este el inicio de un cambio de fondo o solo un gesto simbólico que se perderá con el paso del tiempo? La historia de México está llena de discursos que emocionan por un instante y se diluyen al día siguiente. Ahí está el riesgo: que el primer grito de Sheinbaum quede reducido a una oratoria bonita, pero incapaz de transformar la vida de quienes esperan justicia, seguridad y oportunidades.

Sheinbaum tiene ahora un reto monumental: demostrar que la inclusión no se reduce a discursos ni a escoltas femeninas, sino a políticas que garanticen seguridad, reduzcan desigualdades y fortalezcan la democracia. Cada uno de estos problemas exige algo más que voluntad política: requiere decisiones firmes, resultados tangibles y la capacidad de sostener un proyecto de largo plazo.

Porque los símbolos pesan, pero los problemas pesan más: la violencia que no cede, la economía que sigue golpeando a las familias y la corrupción que erosiona la confianza ciudadana. Por eso, lo que está en juego no es si Sheinbaum sabe dar un discurso incluyente, sino que, el primer grito puede quedar en la memoria como un acto protocolario más, que como el inicio de una nueva etapa para México. México no espera un cambio de tono, sino un cambio de rumbo.

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