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Redescubriendo el pasado: La Campana, joya arqueológica de Colima

Redescubriendo el pasado: La Campana, joya arqueológica de Colima

Colima, Col. — El pasado viernes 24 de octubre, la zona arqueológica La Campana, ubicada en el corazón de Colima, fue escenario de una visita guiada encabezada por el arqueólogo Fernando González Ozaya, quien ofreció un recorrido histórico y cultural que permitió a los estudiantes de la carrera de Periodismo, conocer a fondo los secretos de una de las ciudades mesoamericanas más antiguas y complejas del occidente de México. Durante la charla, González Ozaya relató que el sitio cuyo nombre proviene del sonido que emiten las piedras al golpearse, semejante al de campanas guarda un pasado de gran relevancia. Antiguamente se cree que su nombre original fue Almoloyan, una urbe que alcanzó su esplendor entre los años 200 y 600 d.C.Una ciudad obsesionada con el tiempo y la precisión. Las antiguas civilizaciones que habitaron La Campana se caracterizaron por su profundo conocimiento de la astronomía, la numerología y la altimetría, elementos que guiaban tanto su arquitectura como su cosmovisión. González Ozaya explicó que estos pueblos estaban “obsesionados con el tiempo” y que su organización espacial incluso reflejaba creencias sobre la muerte:a la derecha se colocaban los hombres muertos en batalla y a la izquierda, las mujeres que fallecían durante el parto.

Arquitectura monumental y simbolismo eterno el sitio destaca por sus estructuras monumentales, su sistema de drenaje pluvial cofreado único en la región y su planificación urbana avanzada. “Ellos construyeron un espacio natural que funcionaba como una esponja para absorber el agua; con los fraccionamientos modernos ese sistema lagunal se ha destruido”, lamentó el arqueólogo, señalando que la arqueología “nos apoya a hacer mejor el presente, si aprendemos de lo que hicieron las antiguas civilizaciones”. En la zona, los arqueólogos han identificado barrios de artesanos, comerciantes y agricultores, así como una cancha de juego de pelota, elemento que no todas las ciudades poseían.

También se han hallado conchas del Pacífico y del Atlántico, evidencia de extensas redes de intercambio y comunicación que incluso llegaban a Sudamérica por vía marítima. El simbolismo de la muerte y el renacer, González Ozaya explicó el significado de las tumbas de tiro, características de la cultura Capacha, una de las primeras sociedades aldeanas de Mesoamérica. Estas tumbas simbolizan el útero femenino: “cuando te mueres, regresas a la madre para renacer; solo cambias de materialidad”, explicó. En las excavaciones se ha encontrado que a la derecha se enterraba al hombre y a la izquierda a la mujer, junto a vasijas abiertas que conservan restos de popó de mosca, representando la transición entre la vida y la muerte.

El arqueólogo también habló de la serpiente doble, una deidad asociada cercanas al volcán, presente únicamente en las zonas a su influencia. “Cuando aparecen dos serpientes juntas, están copulando; es la energía vital del volcán”, añadió.

Entre dioses, gobierno y abandono, La Campana es una ciudad dedicada principalmente a Quetzalcóatl, mientras que en su canal principal se encuentran representaciones de Tláloc. La parte habitacional de las élites se ubicaba en el sector derecho del sitio, símbolo de poder y jerarquía. Pese a su valor histórico y arqueológico, González Ozaya señaló la falta de atención gubernamental que ha limitado tanto el mantenimiento del sitio como su proyección turística. “No se pueden usar químicos para el pasto ni hay recursos suficientes para atraer más visitantes”, afirmó.La población estimada en la antigüedad alcanzaba los 200 mil habitantes, abarcando zonas que hoy corresponden a Michoacán y Jalisco.

El eco del pasado

Finalmente, el arqueólogo recordó una curiosa anécdota: en décadas pasadas, la esposa del expresidente Carlos Salinas de Gortari pretendía transformar el sitio en un campo de golf, proyecto que fue detenido gracias a la intervención del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Hoy, La Campana sigue siendo un testimonio silencioso de la grandeza del occidente mesoamericano: una ciudad que, al golpear sus piedras, sigue sonando como campanas que llaman a redescubrir nuestras raíces.

Por: Elizabeth Lemus

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